Siempre he sido curioso sobre cómo usan el tiempo las personas sumamente ocupadas pero muy eficientes. Sin embargo, procuro no caer en una obsesión con la productividad. Irónicamente, uno se puede estresar por el afán de ser «productivo».
Recientemente comencé a leer Spurgeon the Pastor, en donde el autor muestra la vida del famoso predicador inglés desde la perspectiva de su labor pastoral, y no solo como el príncipe de los predicadores. Eso me llevó a la autobiografía de Carlos Spurgeon, en específico, al segundo volumen, titulado The Full Harvest (La cosecha completa), y al capítulo 19, titulado: «Una semana típica de trabajo». Este capítulo lo escribe su esposa, Susana. Quisiera dar aquí un resumen de la semana típica de Carlos Spurgeon, de la manera que lo narró su esposa.
Sábado
Mañana: recibir visita de diversas personas.
Contestar cartas y trabajo misceláneo, como escribir artículos o revisar publicaciones.
Tardes: adoración en familia, y recibir más visita.
Noche: preparar el sermón del domingo.
Leer el texto en su idioma original, leer el contexto, leer comentarios, y preparar las notas.
Típicamente eran notas sencillas, pues le gustaba predicar extemporáneo (pero con el sermón bien pensado y preparado).
Domingo
Mañana: llegar al Tabernáculo Metropolitano a las 10:30 a.m..
Seleccionar himnos y preparar la oración.
La reunión del culto matutino comienza a las 11 en punto. Spurgeon ora, a veces dirige los cantos, predica por 45 minutos.
6,000 personas asisten, tantas que los asistentes tienen que reservar asiento de antemano con un boleto.
Tarde: preparar el sermón de la noche.
Típicamente eran notas muy escuetas. El sermón tendía a ser evangelístico.
Noche: culto vespertino.
Muchos visitantes, y aquellos que no lograron entrar al culto matutino.
Lunes
Mañana: revisión (a mano) del sermón para su impresión.
Contestar cartas.
Escribir reseñas de libros.
5:30 p.m.: juntas en el Tabernáculo, y juntas con nuevos miembros.
7:30 p.m.: reunión de oración en el tabernáculo.
Spurgeon dirigía la reunión, aunque asistido por ancianos, diáconos, misioneros. Siempre hubo buena asistencia.
Martes
Mañana: corregir las galeradas del sermón que se irá a Imprenta.
Responder cartas, escribir cartas.
Tarde: juntas con candidatos a membresía y personas interesadas en ser miembros.
Noche: juntas con las Sociedades del Tabernáculo: Escuela dominical, Ayuda a los pobres, Evangelismo, etc.
Miércoles
Día de descanso, si era posible.
Su esposa comenta que muchas veces no podía descansar por tanto trabajo, y terminaba tomándose unas largas vacaciones en diciembre.
Si podía visitaba amigos y ministros de diferentes denominaciones.
Jueves
Mañana: responder y escribir cartas, además de trabajar en obras literarias (comentarios, devocionales, artículos, etc.).
Mucha gente le escribía a Spurgeon, por lo que pasaba mucho tiempo escribiendo y respondiendo cartas. Dijo: «Soy tan solo un pobre oficinista, moviendo la pluma por horas. ¡Otra mañana se ha ido, y no hice nada mas que escribir cartas, cartas, cartas».
(¡No quiero imaginar cuántos emails tendría que responder hoy!).
Tarde: seguir contestando cartas, o escribir libros, artículos, comentarios, etc.
Noche: preparación para el culto del jueves por la noche.
Spurgeon se preparaba en su estudio privado, llamado de cariño «the den» (la guarida).
Por la noche comenzaba el culto. Era similar a los cultos del domingo (cantos y sermón por Spurgeon), y típicamente los asistentes eran aquellos que no podían, por su trabajo, asistir los domingos. También asistían muchos “interesados” de otras iglesias.
Viernes
Mañana: responder correspondencia.
Preparar la charla para el colegio de pastores.
Tarde: dar la charla en el colegio, de 3-5 p.m.
5-6 p.m., juntas con diferentes personas.
Noche: regresar a casa, de ser posible.
Muchas veces tenía que asistir a alguna junta, o visitar a alguien. Puesto que la congregación era de más de 6000 personas, Spurgeon no siempre podía oficiar bodas y funerales (lo hacían los ancianos de la iglesia), pero hacía lo posible por visitar a las personas gravemente enfermas.
Dijo su esposa: «Sin duda, nunca ha habido una vida más ocupada que la de él, ni un átomo se podría sacrificar más al servicio sagrado [a Dios]».
Indudablemente, Carlos Spurgeon fue un hombre usado tremendamente por Dios, y por lo menos en parte fue porque era un hombre trabajador y diligente. Sin embargo, vale la pena recordar que falleció en 1892, teniendo 57 años. Sus biógrafos coinciden que su vida tan ocupada fue un factor en su muerte.
Para mí, la vida de este hombre me recuerda que el tiempo es valioso, y debe usarse con sabiduría. Termino citándolo, de su autobiografía:
Si tengo algún mensaje que dar desde mi propio lecho de enfermedad, sería este: si no deseas sentirte lleno de arrepentimiento cuando te veas obligado a permanecer quieto, trabaja mientras puedas. Si deseas hacer que, cuando estés enfermo, tu cama esté lo más suave posible, no la llenes con la triste reflexión de que perdiste el tiempo mientras estabas sano y fuerte. La gente me decía hace años: “Romperás tu complexión predicando diez veces por semana” y cosas por el estilo. Bueno, si lo he hecho, me alegro. Yo volvería a hacer lo mismo. Si tuviera cincuenta complexiones, me alegraría romperlas en el servicio del Señor Jesucristo. Vosotros, jóvenes que sois fuertes, venced al maligno y luchad por el Señor mientras podáis. Nunca te arrepentirás de haber hecho todo lo que está en ti por nuestro bendito Señor y Maestro. Dedica todo lo que puedas a cada día y no pospongas ningún trabajo para mañana”. Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Carlos Spurgeon, 1876).
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